„… esta es la mayor travesura de la física reciente, que han segregado, por así decirlo, los experimentos del hombre, y que se quiere reconocer la naturaleza sólo en lo que muestran los instrumentos artificiales, incluso de esta manera limitar y demostrar lo que puede lograr. Lo mismo ocurre con el cálculo. Hay mucho que es verdad que no puede ser calculado, y mucho que no puede ser llevado al punto de experimentación decisivo.”

J.W. von Goethe, Los años itinerantes de Wilhelm Meister.

“La más peligrosa de todas las cosmovisiones es la cosmovisión de aquellas personas que no han mirado el mundo”.

(Atribuido a Humboldt)

“El mundo se nos ofrece como una serie de imágenes cambiantes y coloridas que parecen sucederse caprichosamente. Todos los físicos saben que estos aspectos fugaces cubren un fondo inmutable; pero no todos saben cómo descubrirlo. Algunos, como el niño que persigue a una mariposa, se apegan a los aspectos efímeros del fenómeno, sin discernir lo que tiene en común con lo que precede y lo que sigue; otros parecen mirar sólo sus propios pensamientos y cierran los ojos cuando la naturaleza se aventura a contradecirlos. Los verdaderos físicos, como Curie, no miran ni en su interior ni en la superficie de las cosas; saben ver por debajo de ellas.”

Henri Poincaré, Elogio de Pierre Curie en la Academia de Ciencias, 1906

“Estas imágenes”, respondió Bohr, “se derivan de la experiencia, o, si se quiere, se adivinan, no de ningún cálculo teórico. Espero que estas imágenes describan la estructura de los átomos lo mejor posible, pero sólo lo mejor posible en el lenguaje descriptivo de la física clásica. Debemos tener claro que el lenguaje sólo puede utilizarse aquí de forma similar a la poesía, que no consiste en representar con precisión los hechos, sino en crear imágenes en la conciencia del oyente y establecer conexiones mentales”.

Citado por Werner Heisenberg en Der Teil und das Ganze: Gespräche im Umkreis der Atomphysik: Piper Verlag

“… en mi opinión es sólo un estrecho camino de la verdad (ya sea científica o alguna otra verdad) que pasa entre la Escila de una neblina azul del misticismo y la Caribdis de un racionalismo estéril. Este camino siempre estará lleno de trampas y uno puede caer por ambos lados. Así, las personas que se hacen pasar por racionalistas puros y tienden a llamar a los demás «místicos» siempre son para mí sospechosas de haber caído en alguna parte en una superstición bastante primitiva.“

Wolfgang Pauli, Brief an Viktor Weisskopf vom 8. Februar 1954, in Wissenschaftlicher Briefwechsel mit Bohr, Einstein, Heisenberg u.a. Band IV, Teil II, 1953-1954, [Brief 1716], p. 465-466. Springer Verlag.

“En un segundo trabajo, Einstein retomó las investigaciones del físico holandés Lorentz sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento. Por aquel entonces, el físico estadounidense Michelson había demostrado por primera vez en 1902, mediante su famoso experimento de interferencia, que el movimiento de la Tierra en el espacio – o, como se decía entonces, en relación con el éter – no era perceptible en los experimentos ópticos. En 1904, basándose en un análisis matemático de la situación creada por el experimento de Michelson, Lorentz desarrolló entonces ciertas fórmulas de transformación, la llamada “transformación de Lorentz”, a partir de las cuales llegó a la conclusión de que los cuerpos en movimiento parecen acortarse en la dirección del movimiento de una determinada manera y que los relojes en movimiento indican un tiempo aparente que transcurre más lento que el real. En estas condiciones, Lorentz podía si bien interpretar el resultado de Michelson, pero las fórmulas de Lorentz parecían ser físicamente incomprensibles y, por tanto, insatisfactorias. Aquí intervino Einstein y resolvió todas las dificultades con un golpe de magia. Supuso que los cuerpos se acortan realmente en la dirección del movimiento y que el tiempo aparente de las fórmulas de Lorentz es ya el tiempo verdadero; que estas fórmulas transmitían así un nuevo conocimiento sobre el espacio y el tiempo mismo. Así se sentaron las bases de la teoría de la relatividad».

Werner Heisenberg, „La obra científica de Albert Einstein“ – „Albert Einsteins wissenschaftliches Werk“ (1955), Gesammelte Werke C IV, p. 91. Piper.

“Si se pregunta en qué consistió realmente el gran logro de Cristóbal Colón cuando descubrió América, habrá que responder que no fue la idea de aprovechar la forma esférica de la tierra para viajar a la India por la ruta occidental; esta idea ya había sido considerada por otros. Tampoco fue la cuidadosa preparación de su expedición, el experto equipamiento de los barcos, que podrían haber hecho otros. Pero la parte más difícil de este viaje de descubrimiento fue sin duda la decisión de abandonar toda la tierra conocida hasta entonces y navegar tan al oeste que con las provisiones a mano ya no era posible volver atrás.
Del mismo modo, probablemente sólo se puede ganar terreno verdaderamente nuevo en una ciencia si, en un punto crucial, se está dispuesto a abandonar el terreno en el que se apoya la ciencia anterior y, por así decirlo, saltar al vacío. En su teoría de la relatividad, Einstein había abandonado ese concepto de simultaneidad que había pertenecido a los firmes fundamentos de la física anterior, y fue precisamente este abandono del concepto anterior de simultaneidad lo que hizo que muchos físicos y filósofos, incluso eminentes, se opusieran amargamente a la teoría de la relatividad. Tal vez pueda decirse que el progreso de la ciencia requiere, en general, de quienes participan en ella sólo que asuman y asimilen nuevos contenidos de pensamiento; quienes son activos en la ciencia están casi siempre dispuestos a hacerlo. Sin embargo, cuando se entra en un terreno realmente nuevo, puede ocurrir que no sólo haya que asumir nuevos contenidos, sino que la estructura del pensamiento tenga que cambiar si se quiere entender lo nuevo. Esto, al parecer, muchos no quieren o no pueden hacerlo.”

Werner Heisenberg, Der Teil und das Ganze: Gespräche im Umkreis der Atomphysik. S.101-102. Piper Verlag.
La Parte y el Todo: conversaciones en torno a la física nuclear – no traducido al español)

“Había en Atenas una casa espaciosa y profunda, pero tristemente célebre e insalubre. En el silencio de la noche se oía un ruido y, si prestabas atención, primero se escuchaba el estrépito de unas cadenas a lo lejos, y luego ya muy cerca: a continuación aparecía una imagen, un anciano consumido por la flacura y la podredumbre, de larga barba y cabello erizado; llevaba grilletes en los pies y cadenas en las manos que agitaba y sacudía. A consecuencia de esto, los que habitaban la casa pasaban en vela tristes y terribles noches a causa del temor; la enfermedad sobrevenía al insomnio y, al aumentar el miedo, la muerte, pues, aun en el espacio que separaba una noche de otra, si bien la imagen había desaparecido, quedaba su memoria impresa en los ojos, de manera que el temor se prolongaba aún más allá de sus propias causas. Así pues, la casa quedó desierta y condenada a la soledad, abandonada completamente a merced de aquel monstruo; aún así estaba puesta a la venta, por si alguien, no enterado de tamaña calamidad, quisiera comprarla o tomarla en alquiler.
Llega a Atenas el filósofo Atenodoro, lee el cartel y una vez enterado del precio, como su baratura era sospechosa, le dan razón de todo lo que pregunta, y esto, lejos de disuadirle, le anima aún más a alquilar la casa. Una vez comienza a anochecer, ordena que se le extienda el lecho en la parte delantera, pide tablillas para escribir, un estilo y una luz; a todos los suyos les aleja enviándoles a la parte interior, y él mismo dispone su ánimo, ojos y mano al ejercicio de la escritura, para que su mente, desocupada, no se imaginara ruidos supuestos ni miedos sin fundamento. Al principio, como en cualquier parte, tan sólo se percibe el silencio de la noche, pero después la sacudida de un hierro y el movimiento de unas cadenas: el filósofo no levanta los ojos, ni tampoco deja su estilo, sino que pone resueltamente su voluntad por delante de sus oídos. Después se incrementa el ruido, se va acercando y ya se percibe en la puerta, ya dentro de la habitación. Vuelve la vista y reconoce al espectro que le habían descrito. Éste estaba allí de pie y hacía con el dedo una señal como llamándole. El filósofo, por su parte, le indica con su mano que espere un poco, y de nuevo se pone a trabajar con sus tablillas y estilo, pero el espectro hacía sonar las cadenas para atraer su atención. Éste vuelve de nuevo la cabeza y le ve haciendo la misma seña que antes, así que ya sin hacerle esperar más coge el candil y le sigue. Iba el espectro con paso lento, como si le pesaran mucho las cadenas; después bajó al patio de la casa y, de repente, tras desvanecerse, abandona a su acompañante. El filósofo recoge hojas y hierbas y las coloca en el lugar donde ha sido abandonado, a manera de señal. Al día siguiente acude a los magistrados y les aconseja que ordenen cavar en aquel sitio. Se encuentran huesos insertos en cadenas y enredados, que el cuerpo, putrefacto por efecto del tiempo y de la tierra, había dejado desnudos y descarnados junto a sus grilletes. Reunidos los huesos se entierran a costa del erario público. Después de esto la casa quedó al fin liberada del fantasma, una vez fueron enterrados sus restos convenientemente.”

Plinio el Joven, Carta sobre los fantasmas (ep. 7,27). Traducción de F. García Jurado

“… de reglas cuídase muy poco esta estirpe del Diablo,
penar, en Tejel se ve, no obstante que tan sabios somos.”

Goethe, Fausto – Traducción de Manuel Antonio Matta (1907)

“[Gödel] dijo que un duende estaba en la casa. […] Gödel insinuó que había una fuerza invisible que le impedía encontrar este artículo. […] Karl [Morgenstern] sabía que Gödel estaba interesado en estas cosas, pero, por supuesto, Gödel no quería discutirlas con personas que pensaba que no estarían de acuerdo con él o no serían receptivas.”

Gödel – Wahrheit und Beweisbarkeit, T. I p. 252

“Podríamos poseer, por ejemplo, un sentido adicional que nos muestra una realidad completamente separada del espacio y del tiempo […] y tan regular que puede ser descrita por un número finito de leyes. […] Creo que esto se aproxima a la situación real, con la salvedad de que la razón no se cuenta con los sentidos, porque sus objetos son muy diferentes a los de los otros sentidos.”

Gödel – Collected Works, 1953/1959, T. III, p. 353

Gödel está convencido de que el cerebro humano es una máquina de Turing. Así, si la mente humana supera a cualquier máquina de Turing, su funcionamiento es irreductible al mecanismo cerebral y revela otra realidad, una especie de alma, a su vez irreductible al mundo sensible. Es, finalmente, en este resultado donde Gödel resume el teorema de incompletitud, la imposibilidad de prescindir de un objeto no material.

“Mis teoremas sólo demuestran que la mecanización de las matemáticas, es decir, la eliminación de la mente y de los entes abstractos, es imposible, si se quiere tener una base y un sistema de matemáticas satisfactorios.”

Kurt Gödel, Carta a Leon Rappaport del 02.08.1962. Gödel – Collected Works, T. V, p. 176.
Citato por Pierre Cassou-Noguès en Les démons de Gödel, p.110. Éditions du Seuil.

“Por supuesto, hoy en día estamos muy lejos de poder justificar científicamente la cosmovisión teológica, pero creo que ya hoy debería ser posible entender de forma puramente racional (sin apoyarse en la fe y en ninguna religión) que la cosmovisión teológica es absolutamente compatible con todos los hechos conocidos (incluyendo las condiciones que prevalecen en nuestra tierra). Esto es lo que el famoso filósofo y matemático (Leibniz) intentó hacer hace 250 años, y esto es también lo que he intentado hacer en mis últimas cartas. Lo que yo llamo la cosmovisión teológica es la idea de que el mundo y todo lo que hay en él tiene sentido y razón, y de hecho un sentido bueno e indudable. De esto se deduce directamente que nuestra existencia en la tierra, puesto que tiene a lo sumo un sentido muy dudoso en sí misma, sólo puede ser un medio para el fin de otra existencia. La idea de que todo en el mundo tiene un sentido es, por cierto, exactamente análoga al principio de que todo tiene una causa, en el que se basa toda la ciencia.”

Kurt Gödel, Carta a Marianne Gödel del 06.10.1961, Collected Work, T. IV, p. 439

… siempre me ha parecido admirable que emplearais vuestro ingenio, vuestra penetración, vuestra paciencia y tenacidad en la exploración de la terra incognita de los fenómenos psíquicos. Pero más que ese ingenio y más que esa penetración, más que vuestra infatigable perseverancia, admiro el valor que demostrasteis, sobre todo en los primeros años, para luchar contra las prevenciones de una gran parte del público y para arrostrar las burlas, cosa que asusta a los más valientes.
[…]
¿Cómo se explican las prevenciones que se han tenido contra las ciencias psíquicas, y que muchos conservan aún? Es verdad que son los científicos a medias los que, «en nombre de la ciencia», condenan unas investigaciones como las vuestras. Físicos, químicos, fisiólogos y médicos forman parte de vuestra Sociedad, y han llegado a ser muchos los hombres de ciencia que, sin figurar entre vosotros, se interesan en vuestros estudios. Sin embargo, también sucede que científicos verdaderos, muy dispuestos a admitir cualquier trabajo de laboratorio, por insignificante que sea, desechan, por prejuicio, lo que vosotros aportáis y rechazan en bloque lo que habéis hecho.
[…]
Considero que, en filosofía, el tiempo dedicado a la refutación es, en general, tiempo perdido. ¿Qué queda de tantas objeciones hechas por tantos pensadores contra los demás? Nada o muy poco. Lo que cuenta es lo que permanece, la verdad positiva que se ha aportado; en virtud de su fuerza intrínseca, la afirmación verdadera sustituye a la idea equivocada y, sin tomarse el trabajo de refutar a nadie, resulta ser la mejor de las refutaciones. Mas aquí se trata de algo muy diferente de refutar o criticar. Quisiera demostrar que detrás de las objeciones de unos y de las burlas de otros hay, invisible y presente, cierta metafísica inconsciente de sí misma —inconsciente y, por lo tanto, inconsistente; y, por inconsciente, incapaz de adaptarse continuamente a la observación y a la experiencia, como debe hacerlo una filosofía digna de ese nombre—. Y quisiera demostrar que, por lo demás, esa metafísica es natural, que en todo caso se debe a un hábito contraído desde hace mucho por el espiritu humano, y que así se explican su persistencia y su popularidad.
[…]
Nada más desagradable al científico profesional que ver introducir, en una ciencia del mismo orden que la suya, procedimientos de investigación y de comprobación de los que siempre ha tenido buen cuidado de abstenerse. Teme el contagio. Es muy legítimo que se cuide de su método como el obrero de sus herramientas. Lo estima por él mismo, independientemente de lo que ese método le proporciona. Incluso creo que es por eso por lo que William James definía la diferencia entre el aficionado a la ciencia y el profesional; el primero se interesa sobre todo por el resultado obtenido; el segundo, por los procedimientos mediante los cuales se obtiene el resultado. Ahora bien, los fenómenos de que os ocupáis son indiscutiblemente del mismo orden que los que constituyen el objeto de la ciencia natural, mientras que el método que seguís, y que os veis obligados a seguir, no tiene a menudo ninguna relación con el método de las ciencias naturales.
[…]
… una alucinación verídica — por ejemplo, la aparición de un enfermo o de un moribundo a un familiar o a un amigo que se halla muy lejos, quizá en los antípodas — es un hecho que, si es real, manifiesta sin duda una ley análoga a las leyes físicas, químicas y biológicas.

Henri Bergson, «Fantasmas de Vivos» y «Investigación Psíquica», La Energía Espiritual, páginas 71-74. Espasa Calpe 1982
Conferencia dada en la Society for psychical Research de Londres el 28 mayo de 1913.